Facturas rebeldes

Una interesante motivación para violentar la dieta y acompañar el mate con una de estas delicia.

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Solimán el Magnífico (hijo de Selim el Severo), Sultán del Imperio Otomano, rodeó Viena en 1539 durante varios meses. Los reposteros de la ciudad sitiada, se inspiraron en las banderas de sus atacantes que lucían su máximo ícono religioso: una medialuna. Y es así como los vieneses se asomaban a las murallas y mostraban a los moros como se comían unas medialunas de masa, profanando el símbolo sagrado musulmán (que es un cuarto creciente, por eso el nombre croissant, que en francés significa creciente). Esto enfurecía a los sitiadores, que jamás lograron transponer las defensas de la ciudad.

2
Por Argentina, a fines de siglo XIX, pasó Errico Malatesta, célebre teórico anarquista italiano, autoproclamado discípulo de Mijail Bakunin, muerto en el arresto domiciliario al que lo confinara Benito Mussolini. Dejó organizado un combativo sindicato de panaderos, que con el tiempo fue amasando facturas bautizadas con un toque de hiriente ironía, para molestar al ejército, la policía y la iglesia. Todo un éxito si se considera que aún hoy en Argentina, las facturas llevan aquellos nombres: cañoncito (cilindro de masa relleno de dulce de leche o crema), vigilante (factura recta y delgada, a veces decorada con dulce de membrillo o crema), bola de fraile (un bollo azucarado, que precisamente por ser bola de fraile también es llamado con malicia suspiro de monja), sacramento (una suerte de panecillo con un corazón de dulce de membrillo o dulce de leche) y la jesuita, que hasta donde hemos podido averiguar sólo se encuentra en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe (un triángulo hojaldrado cubierto de azúcar quemada, que juran que se transforma en un manjar con jamón y queso).

Moraleja
Cuando las tropas turcas rodean nuestra ciudad o cuando el sistema reprime nuestras reivindicaciones, contraatacar con humor ayuda a resistir. Y si tiene dulce de leche, mejor.